Mi navidad con 80 años

Cada día pasa más lento. En este asilo la soledad es tu única compañía. No tengo familia: todos han muerto o ni saben que existo. Triste, pero cierto. Solo soy un abuelo lleno de tatuajes deformados por el paso del tiempo. Las enfermeras me tienen miedo solo porque soy diferente. Entré aquí porque me sacaron de la casa donde estaba de okupa. 

Ahora, me dispongo a explicaros cómo he pasado las navidades. Básicamente las he pasado solo. Todos mis compañeros de poker no estaban, porque se los habían llevado las familias durante los 7 días de permiso. Solo estábamos Ramón, Marta y yo. ¿Quiénes son Ramón y Marta? Os preguntaréis. Ramón es un hombre que mató a su mujer con 27 años, después de eso, pasó por la cárcel y por un psiquiátrico. Después llegó aquí, en teoría recuperado. Pero no dice lo mismo María, la cocinera, porque él casi le saca un ojo con el cuchillo de goma. Marta, una chica huérfana. Consiguió buscarse la vida hasta que se jubiló. Con una pensión de 300 euros. Ella pagaba un piso de 275, así que robaba para comer, hasta que le pillaron. Y la metieron aquí. 

El día de Navidad, María preparó pollo, olvidándose de que soy vegano. No me quiso preparar nada diferente. Así que noche buena sin cenar. 

En fin de año cenamos verdura y unas uvas peladas. Aquella noche solo había una chica de guardia. Nos hicimos los dormidos y en cuanto se fue, rompimos un cristal. Ramón le hizo un puente a un coche y nos fuimos a la playa. Fue indescriptible, notando la fina arena entre los dedos. ¡Me sentí libre! 

Volvimos a la residencia y nos metimos en la cama. Sobre lo del cristal, los del asilo pensaron que habían sido unos gamberros.
MARCEL RUEDA

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