Déjà vu

MIRYAM ANGOSTO 

Me hallaba en un jardín lleno de flores de todo tipo: rosas, amapolas, dientes de león, claveles, girasoles… 

De repente, me encontré con una amiga que hacía mucho tiempo que no veía. Estaba al final del jardín. Vino corriendo hacia mí, pero a medida que se acercaba tenía la sensación de que no avanzaba y era porque entre nosotras había como un espacio en el tiempo. Era muy extraño, cerré los ojos y cuando los abrí vi que estaba encima de mi caballo galopando por un hermoso prado de al lado de la hípica. 

Me desperté: era mi padre que me estaba llamando. Tenía que ir a la hípica. 
Cuando llegué fui a buscar a mi caballo, lo cepillé y le puse la montura y el bocado. Salí a pasear con él un ratito y cuando volvimos me paré en un prado que había al lado de la hípica; me puse a galopar con él. En un momento dado me di cuenta de que ese momento ya lo había vivido. Me acordé que la noche anterior lo había soñado y que tuve un déjà vu.

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