Autora: Míriam Rodríguez
Pensar dormida, soñar despierta
Es cuando duermo que
pienso,
mejor dicho que
descanso.
Y es que hay noches
que te dejan sin aliento
y días que no son
para tanto.
Me quejo de que
siempre hago lo mismo
pero no lo cambio,
será porque donde
unos ven rutina yo veo encanto.
En cuanto a mi
cabeza y a mi pecho,
aún hay conflicto,
de hecho me hacen
pensar que
perdiendo tanto el
juicio,
no debería ni
plantearme estudiar derecho.
El corazón, aún
maltrecho de su último tropiezo
y rezo el capricho
de que ella no me haya olvidado todavía.
El tren se mueve por
las vías y a mí se me detiene el tiempo,
quiero respuestas
concisas pero solo encuentro ejemplos.
Mi habitación; mi
templo, mi ventana y su brisa
y en mi mente quedó
firme el sonido de su risa.
Precisamente ahora
que me he dormido y ya no pienso,
que parece que el
dolor no es tan intenso aunque está ahí,
solo que menos
denso.
No muchas almas me
comprenden,
pero me atienden y
me escuchan.
Su voz se oye
endeble
pero más fuerte me
hago si están conmigo en
esta lucha,
pese a que a veces
tiritan bestias grandes ante palabras
pequeñitas,
solo con el eco su
daño multiplican.
Y mi yo del pasado
grita: ¡Billete de ida a la nada!
Despegaba en un
cohete rumbo a ese recuerdo,
en el que un dia tan a gusto estuve.
Da igual donde
aterricemos ¿por qué no te subes?
Y es cuando sueño
que pienso en que un día te
tuve,
y donde puedo
visitarte haciendo escala
entre el espacio y
las nubes.
Pseudónimo: T. Hohennheim
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