Autora: Pilar Elorza
El mensaje
Esta historia es la de un chaval, Timmy, que una noche salió con sus amigos y no volvió. Los chavales vivían en un barrio despoblado a las afueras de la ciudad. Un barrio apartado y poco conocido, de calles vacías y silenciosas. Los chicos no tenían mucho que hacer en sus ratos libres, así que se pasaban tardes enteras mirando el móvil, huyendo de la realidad.
Los testigos cuentan que los chicos ya volvían a casa al hacerse de noche cuando Timmy recibió una llamada. En el grupo vieron que cogió el teléfono al cabo de un rato y lo vieron palidecer y cortar rápidamente la llamada. ¿Qué ocurría? Al preguntarle Timmy les contó que no había nadie al otro lado de la línea, pero justo antes de cortar la llamada oyó gritos y una voz grave que decía “Ha llegado tu hora”.
El joven, asustado, colgó muy rápidamente, y le dijo a su amigo Miguel que no tenía móvil, que le acompañara a casa y que caminaran más rápido para llegar antes. Unos minutos después recibió un mensaje; lo abrió para ver qué decía y vieron que estaba completamente en blanco. Timmy, asustado todavía por la llamada, borró el mensaje, y al hacerlo, quedó congelado literalmente: no se podía mover.
Su amigo, preocupado, corrió a buscar a los demás y al volver, vio que Timmy ya no estaba: solo su móvil, tirado en el suelo, con la pantalla encendida y centelleando.
Intentaron encontrarlo de todas las maneras posibles. Llamaron a la policía, el pueblo entero intentó encontrarlo... pero nadie sabía dónde había ido.
El amigo que acompañaba a Timmy aseguraba que al recibir el mensaje salió una luz de la pantalla que iluminó el cuerpo entero del chaval, como si lo escaneara, y de ahí no pudo volver a moverse.
Unas semanas después de lo sucedido, se presentaron casos parecidos en todo el país y al poco tiempo por todo el mundo. Todas las noticias contaban las mismas características: una llamada misteriosa, seguida de un mensaje en blanco que iluminaba a las víctimas por completo y las dejaba paralizadas. Nadie sabía qué ocurría después y siempre se encontraba solo el móvil, siempre con la pantalla encendida, centelleando, como si quisieran decir algo.
Al principio fueron los jóvenes, luego los adultos y cada vez eran más numerosos los casos. Pronto, la gente dejó de utilizar los móviles, pero aún así, la gente sin explicación. Por todas partes se veían móviles centelleando, por las casas calles, los parques,... Ya se les agotaba la batería y parecía que no les afectaba ni el sol, ni la lluvia, ni las tormentas... los móviles nunca se apagaban.
Al poco tiempo empezó a haber más móviles que personas.
A medida que la gente iba desapareciendo, se aconsejó que se dejaran de utilizar los móviles, pero no se podía. La luz que emitían las pantallas de los desaparecidos parecía hipnotizar a los que aún quedaban, que sin poder evitarlo seguían utilizando sus dispositivos abandonando sus actividades normales, familias, trabajos, rutinas...Y al cabo de un tiempo, acababan desapareciendo y sus móviles, brillando junto al resto.
El mundo estaba en crisis, casi no existía gente que pensara en hacer algo, solo los ancianos, que nunca llegaron a utilizar estas nuevas tecnologías y todos aquellos jóvenes y adultos que no tuvieron acceso a ningún avance tecnológico. Los sentimientos, ideas, pensamientos de estas personas eran suyos, no inculcados por los móviles. Ellos intentarían salvar al mundo, que cada vez tenía menos población.
Recordaron el caso de Timmy -el primero de todos- pero nadie había pensado en analizar su móvil, y cuando lo hicieron vieron que el mensaje en blanco había sido reemplazado por el rostro de persona. Miguel reconoció aquel rostro: era el de su amigo, aquel que desapareció sin dejar rastro.
Comprobaron los demás móviles: los rostros de las personas desaparecidas se encontraban en todas las pantallas, los móviles habían tomado el control de sus vidas y ahora solo existían en sus dispositivos.
Todos tenían miedo de coger los móviles de los desaparecidos, porque no querían ser abducidos como ellos. Pero Miguel cogió el móvil de Timmy porque estaba convencido de que podría comunicarse con él, de que podría sacarlo de allí y ayudarlo a él y a los demás.
Al ver que no se podía comunicar con Timmy, Miguel, con el móvil en la mano empezó a recordar todos los momentos que pasó con él, sin tener en cuenta estas nuevas tecnologías. Recordó cuando jugaron al ajedrez toda una noche con sus amigos, cuando jugaron a fútbol en el parque, cuando se contaban sus cosas. Creyó que nunca volvería a ver a su amigo, que nunca podrían volver a pasar estos momentos juntos. Entonces el móvil empezó a vibrar y la luz se hizo más intensa: casi cegaba a Miguel, que tiró el móvil al suelo porque le quemaba.
Al tocar el suelo, el móvil se partió en dos y en medio apareció Timmy, que miró a Miguel y le dijo: "Yo también lo recuerdo".
Editors: Aida Grau i Noelia Ramirez
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